Ya en su día os hablé de otra de mis escenas favoritas de
"La edad de la inocencia" (1.993) de Scorsese. Hoy toca otra escena, concretamente la final, en la que Newland Archer (Daniel Day-Lewis) , una vez fallecida su esposa, tiene la oportunidad de volver a ver al amor de su vida, la Condesa Olenska en París, después de 30 años de separación. Este final me chocó la primera vez que vi la película, pero ahora lo entiendo perfectamente:
"- Tiene que ser aquí- dijo, deslizando el brazo bajo el de su padre con un movimiento que la timidez de Archer no rechazó, y juntos levantaron la vista hacia la casa.
Era un edificio moderno, sin caracteres distintivos, pero con muchas ventanas y agradables balcones en su amplia fachada de color crema. En uno de los balcones superiores, suspendidos bastante más arriba de las cimas redondeadas de los castaños de Indias de la plaza, los toldos seguían bajos, como si el sol acabara de ponerse.
- Me pregunto qué piso...- conjeturó Dallas; y, acercándose a la porte-cochère metió la cabeza en la garita del portero y volvió diciendo- El quinto. Debe ser el de los toldos.
Archer permaneció inmóvil, mirando a las ventanas superiores como si hubieran llegado al final de su peregrinación.
- Oye, mira, si son casi las seis - le recordó al rato su hijo.
El padre desvió los ojos hacia un banco vacío situado bajo los árboles.
- Creo que voy a sentarme un momento allí - dijo.
- ¿Por qué? - exclamó su hijo - ¿No te sientes bien?
- Oh, perfectamente. Pero me gustaría, por favor, que subieras sin mí.
Dallas se detuvo delante suyo, visiblemente perplejo.
- Pero oye, papá; no me irás a decir que no quieres subir.
- No lo sé - respondió lentamente Archer.
- Si no subes, no lo entenderá.
- Sube, hijo mío, puede que te siga.
- Pero ¿qué demonios voy a decir?
- Mi querido amigo, ¿no sabes siempre lo que hay que decir?- repuso su padre, sonriendo.
- Muy bien. Diré que eres anticuado y prefieres subir cinco pisos andando porque no te gustan los ascensores.
Archer sonrió de nuevo.
- Di que soy anticuado; con eso basta.
Dallas le miró otra vez, y después, haciendo un gesto de incredulidad, desapareció bajo la puerta abovedada.
Archer se sentó en el banco y siguió mirando la ventana entoldada. Calculó el tiempo que le llevaría a su hijo subir en el ascensor hasta el quinto piso, llamar al timbre y ser recibido en el vestíbulo y después conducido al salón. Se imaginó a Dallas entrando en la habitación con su paso rápido y seguro y su encantadora sonrisa, y se preguntó si la gente que decía que el muchacho "había salido a él" tendría razón.
Después de un rato de imaginarse a las personas que habría en el salón - pues era probable que a aquella hora de contactos sociales hubiera más de una -, y entre ellas una dama de pelo oscuro, pálida y morena, que levantaría rápidamente la vista, se incorporaría a medias y extendería una mano esbelta y larga con tres anillos. Pensó que estaría sentada en una esquina del sofá, con una mesa cubierta de azaleas a la espalda.
"
Para mi es más real aquí que si subiera", se oyó de pronto decir; y el temor a que esta última sombra de realidad perdiera su fuerza le mantuvo pegado a su asiento mientras transcurrían uno tras otro los minutos.
Permaneció largo tiempo sentado en el banco, mientras el crepúsculo se espesaba, sin apartar los ojos del balcón. Finalmente, la luz brilló en las ventanas, y un instante después un criado salió al balcón, bajó los toldos y cerró las persianas.
Y, entonces, como si fuera la señal que esperaba, Newland Archer se levantó despacio y caminó de regreso a su hotel."
EDITH WHARTON. "La edad de la inocencia".