Mientras ultimo las reseñas de la Retrospectiva que el pasado Festival de Cine de San Sebastián dedicó a la autora teatral y guionista Lillian Hellman , quiero destacar un momento esencial para su vida y para su carrera: su intervención ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes (HUAC) en 1.952, organismo promovido por el Senador Joseph McCarthy, ya que es muy representativa de su actitud ante la vida y de su valentía.
Lillian Hellman y su abogado Joseph Rauh, idearon como estrategia dirigir dos días antes de su comparecencia una carta ante el Presidente del Comité, en la que se exponía el dilema ante el que se enfrentaba la dramaturga.
El Comité rechazó la solicitud de Hellman y ella se acogió a la Quinta Enmienda, pero consiguió que su carta se leyera en su comparecencia, lo que tuvo un efecto inesperado:
Lillian Hellman, Carta al HUAC, 19 de mayo de 1952
Estimado Sr. Wood:
He sido citada para comparecer ante su Comité el 21 de mayo de 1952, como a Ud. ya se le habrá informado.
Estoy a su completa disposición para responder cualquier pregunta sobre mí misma. No tengo nada que ocultar a su Comité y no hay nada en mi vida de lo que me avergüence. Mi abogado me ha aconsejado que, bajo la Quinta Enmienda, tengo el privilegio constitucional de negarme a responder cualquier pregunta sobre mis opiniones políticas, mis actividades y relaciones personales, por motivos de autoincriminación. No deseo acogerme a este privilegio. Estoy lista y dispuesta a testificar ante los representantes de nuestro Gobierno todas las preguntas que deseen hacerme sobre mis propias opiniones y actividades personales, haciendo caso omiso de los riesgos y las consecuencias que pueda incurrir en hacerlo.
Pero mi abogado me aconseja que si respondo a las preguntas del Comité sobre mí, también debo responder a las preguntas sobre otras personas, y que si me niego a hacerlo, podrías ser acusada de desacato. Mi abogado me dice que si respondo preguntas sobre mí, habré renunciado a mis derechos bajo la Quinta Enmienda y legalmente podría ser obligada a responder preguntas sobre otros. Esto es muy difícil de entender para una ciudadana común como yo. Sin embargo hay un principio que sí entiendo claramente: ni ahora ni nunca estoy dispuesta, a causar problemas a personas que, cuando se relacionaron conmigo en el pasado, eran completamente inocentes de cualquier expresión o acto desleal o subversivo. La deslealtad y la subversión me repugnan en cualquier forma, de haber presenciado actos de esta naturaleza, hubiese considerado mi deber informar inmediatamente a las autoridades competentes. Pero hacerle daño a gente inocente que conocí hace muchos años para salvarme yo misma es, en mi opinión, un acto inhumano, indecente y deshonroso. No puedo ni voy a recortar mi conciencia para estar a la moda de este año, a pesar de que hace mucho tiempo llegué a la conclusión de que mi personalidad no se adecuaba a la política, prefiriendo con ello no pertenecer a ningún grupo o partido.
Fui educada en la vieja tradición norteamericana y me inculcaron desde pequeña ciertos principios caseros que ahora quizás parezcan anticuados: tratar siempre de decir la verdad, no levantar falso testimonio, no hacer daño al prójimo, ser leal a mi país, y cosas por el estilo. En general, respeté estos ideales de honor cristiano y traté de regir mi vida con ellos todo lo que pude. Estoy segura de que ustedes aprobarán estas normas básicas de decencia humana y no esperarán que yo viole la buena tradición estadounidense de la que emanan. Desearía, en definitiva, comparecer frente a ustedes para hablar de mi misma.
Estoy dispuesta a renunciar al privilegio que me protege contra la autoincriminación y decirles todo lo que deseen saber sobre mis opiniones o acciones con tal de que su Comité se abstenga de obligarme a mencionar otras personas por sus nombres. Si el Comité no está dispuesto a darme esta garantía, me veré obligada a invocar el privilegio de la Quinta Enmienda de nuestra Constitución en el curso de la vista.
Agradecería una respuesta a esta carta.
Judy Davis, interpretando a Lillian Helman en su comparecencia ante la HUAC en la película "Dash & Lilly" (1.999), dirigida por Kathy Bates.
En el tercer tomo de sus memorias "Tiempo de canallas" (1.976), Hellman reflexiona sobre el éxito de su comparecencia ante la HUAC de la siguiente manera:
"Años después, mucha gente me ha seguido preguntando por qué no fui procesada por el Comité. Sólo he podido repetir lo que Rauh me dijo el día de la vista. Al terminar de escribir este libro le llamé por teléfono y le pregunté si, con el paso de los años, había llegado a creer que se debía a otras razones. Dijo: "Ellos querían lograr tres cosas. En primer lugar, que les dieras los nombres de otras personas, lo cual te negaste a hacer, en segundo lugar, dañar tu reputación haciéndote aparecer como "Comunista de la Quinta Enmienda". Tampoco lo lograron porque en tu carta les diste la oportunidad de que te preguntaran lo que quisieran sobre ti misma. En tercer lugar, querían procesarte, y eso tampoco lo lograron porque nos obligaron a acogernos a la Quinta Enmienda. Se dieron cuenta de que habían caído en una trampa. Les vencimos, eso es todo."
Años después, Lillian Hellman entregaba el Oscar a Mejor Documental en 1.977, y la Academia le rendía un emocionado aplauso, a modo de homenaje restaurativo, que ella así interpretaba en su discurso:
" Mi segunda razón para estar aquí es quizás solo importante para mí. Fui en un tiempo un miembro respetable de esta comunidad. Respetable no significaba necesariamente más que bañarme una vez al día cuando estaba sobria, no hablar excepto cuando pretendía hacerlo y pronunciar mal algunas palabras del francés elegante. Luego, de repente, incluso antes de que el senador Joseph McCarthy agarrara esa hacha oxidada y envenenada, yo y muchos otros ya no fuimos considerados aceptables para los dueños de esta industria. Posiblemente eran hombres que habían estado demasiado ocupados para definir el honor personal o el honor nacional, posiblemente, pero ciertamente confrontaron las acusaciones salvajes de Joe McCarthy con la fuerza y el coraje de un plato de puré de patatas. No me arrepiento de ese período —quizás nunca lo haces cuando sobrevives—, pero siento un perverso placer en ser restaurada en la respetabilidad, entendiendo muy bien que la generación más joven que me invitó aquí esta noche quiso significar más con esa invitación que mi nombre o mi historia. Les agradezco esto porque nunca pensé que sucedería, y para que ellos y yo nos sintamos mejor, espero que el resto de mi vida no sea demasiado respetable."
Otros post sobre la Caza de Brujas del Senador McCarthy:
* BRUJAS



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