
Hoy es el día en el que, si todas las encuestas aciertan, por primera vez será elegido como Presidente de los Estados Unidos uno de raza negra (me niego a usar expresiones políticamente correctas como "de color" o "afroamericano", aunque en sentido estricto Barack Obama sea mulato).
Esto me lleva a recordar la historia de un antiguo habitante de la Casa Presidencial (entonces no se llamaba Casa Blanca ni estaba situada en Washington D.C.).
Los que habéis visitado alguna vez en Madrid el Museo Thyssen-Bornemisza quizás hayáis reparado como yo en un pequeño cuadro, que preside este post. Llama la atención porque retrata a un cocinero negro, y es que hay que tener en cuenta que en esa época no eran frecuentes los retratos de sirvientes, y mucho menos si esos sirvientes eran esclavos negros. Se atribuye al pintor americano
Gilbert Stuart y tiene por título
"Supuesto retrato del cocinero de George Washington". Pues bien, la historia de Hércules, cocinero del Primer Presidente de los Estados Unidos, George Washington, es tan apasionante como la de
Dredd Scott, de la que os hablé aquí hace justo dos años.
Hércules (del que se desconoce su apellido, cosa normal en un esclavo de esa época), formaba parte del grupo de esclavos que poseía la familia Washington, en el momento en el que George Washington es nombrado Presidente de los Estados Unidos, en 1.789. Este nombramiento supuso que toda la familia Washington cambiara su residencia habitual en la plantación de
Mount Vernon (Virginia), por otra en Philadelphia (Pennsylvania).
Residencia de Mount Vernon pintada por Francis Jukes en 1.800
Pero este cambio de residencia iba a afectar a los Washington de una manera inesperada. De acuerdo con la legislación de Pennsylvania, los esclavos que fueran traidos a su territorio por cualquier persona, serían automáticamente libres después de seis meses seguidos de residencia efectiva.
Pronto se elaboró una estrategia por parte del Jefe de Gabinete de Washington, Tobias Lear: cada cuatro o cinco meses, varios de los esclavos al servicio de la familia serían enviados al Sur, con diferentes pretextos, con el fin oculto de interrumpir el plazo de seis meses previsto por la ley. De todos los esclavos, el que más preocupaba a Lear era Hércules: destacaba por su inteligencia y sus elaboradas habilidades culinarias, y no tenía duda alguna de que podría mantenerse con suficiencia como hombre libre. Fue descrito por un familiar de Washington como: "
Un celebrado artista. Llegó a las más altas cotas del arte culinario como ninguna otra persona ha llegado en los Estados Unidos".
El propio Lear escribió: "
Si Hércules declina la oferta para regresar a la plantación, será una prueba determinante de su intención de aprovechar la ley que le permitiría ser libre a los seis meses ". Pero no fue así, Hércules hizo lo que le mandaron y regresó para una corta temporada a Mount Vernon. Eso sí, al término de la Presidencia de George Washington, cuando todo estaba preparado para regresar a Virginia, Hércules desapareció.
Quien sabe qué pasó por su mente en ese momento, quizás no le supuso esfuerzo disfrutar del tiempo en el que sirvió en la Casa Presidencial, dando de comer a las más altas personalidades del país y soñando con una libertad al alcance de la mano (en cualquier momento podría haber escapado), pero ese sueño se volvió pesadilla cuando tuvo que regresar a la plantación, y entonces es cuando tomó la determinación de huir.
Un mes después de su desaparición, el Príncipe Luis Felipe de Francia visitó Mount Vernon. Se dice que su asistente personal habló con la hija de seis años de Hércules, que residía allí, y le preguntó si no estaba triste ya que no iba a volver a ver a su padre. Ella le contestó: "
Oh, señor, estoy muy contenta, porque él es ahora libre."
Según lo dispuesto en el testamento de George Washington, leído en 1.801, Hércules fue legalmente liberado de su condición de esclavo, con lo que dejó de ser oficialmente un fugitivo y se convirtió por fin en un hombre libre.