"Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.
A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?
Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.
No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.
—¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.
Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.
—Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
“Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?
Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.
La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.
“—¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.
“Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.
“—Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.
“Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.
“Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.
“—Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.
“No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.
“No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.
“Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.
“—Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que las cosas te saldrían bien.
“Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haver mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.
“Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.
“No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.
—¿Volviste alguna vez? —le pregunté.
—Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.
—Probablemente había muerto.
—Sí, probablemente.
—Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
—Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
—Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
—Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
—La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.
—Todo por el arte, ¿eh, Paul?
—Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.
—Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?
—Sí —dije—. Supongo que sí.
Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.
—Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme.
—Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?
—Supongo que estoy en deuda contigo.
—No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.
—Excepto el almuerzo.
—Eso es. Excepto el almuerzo.
Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta."
PAUL AUSTER
* Con todo un clásico navideño, el cuento de navidad de Auggie Wren que se encuentra al final de la película "Smoke" aprovecho para felicitaros las fiestas a todos.
Cata de vinos Albariños, celebrando que Cambados es la Ciudad española del
Vino 2024
-
El municipio pontevedrés de cambados, es durante todo el año 2024 la *Ciudad
Española del Vino.* Este distintivo fue creado por la Asociación Española
d...
Hace 2 días.
16 comentarios:
Maravilloso
Me gusta este clásico de Auster. Revitalizó un poco toda esa tradición clásica de los cuentos de Navidad.
Te deseo a ti y a tu familia unas felices fiestas.
FELIZ NAVIDAD.
TdM
HOLA MI AMAYA¡¡
AMOR ANTES DE IRME AL HOPSITAL VENGO A DARTE LAS GRACIAS POR TODO¡¡¡¡¡ HOY VAN A SER DISTINTAS PARA MI VIDA, MIA PERO EN FIN HE CORTADO COSAS,,,, MI AMIGA YA NO VIENE, NO PUEDO CON VISITAS,,,, Y ME DEBO A MI GENTE,
DECIRTE QUE EL REINTEGRO NOS TOCO, ASI QUE EN CUANTO TENGA EL NUMERO PARA EL NIÑO LO PONGO AQUI PARA TODOS LOS QUE ENTRASTEIS, VALE??
EL NIÑO NOS DARA ALGO,, JAJAJA,
ME A ENCANTADO ESTE RELATO DE NAVIDAD, ES MARAVILLOSO,, ME LLENA, Y ME HACE COJER FUERZAS,,, SER NIÑO TE HACE GRNADE, SER MAYOR TE HACE RESPONSABLE,,, SI JUNTAMOS LAS DOS COSAS HAY UNA MEZCLA IMPRESIONANTE DE LUCHA, DE AMOR, DE CONFIANZA, DE AMAR Y SER AMANTE DE LA VIDA, FELIZ DIA DE NOCHE BUENA Y NAVIDAD PARA LOS TUYOS Y PARA TI, PARA LOS AMIGOS, CONOCIDOS, DESCONOCIDOS, TODOS HERMANOS SINTAMOS ESE ABRAZO, ESE BESO, ESE CARIÑO, CALOR Y OJALA LA PAZ LLUEVA COMO AGUA LINDA A TODOS¡¡Y LA SLAUD AFLORE NUESTROS CORAZONES Y MENTES QUE CADA DIA HAY MAS ENFERMOS MENTALES Y DA MUCHO PENA,,,HAY QUE CUIDAR MUCHO NUESTRAS CABEZAS Y CUERPO,,,,, ESA ES LA NAVIDAD SER PROTECTORES DE LA ILUSION Y EL AMOR DE LOS DEMAS EN UNO MISMO,,, AMIGA TE QUIERO¡¡¡¡¡¡ FELIZ SEAS,,, PRONTO VEREMOS EL CIELO BRILLAR, VIENEN A DARNOS ENERGIAS,,,, A TODOS¡¡¡¡¡¡ LA NECESITAMOS, PIDAMOS Y DEMOS LUZ VERDE,,, TARTAS Y PESCADOS,,, MI VIDA CUIDATE Y CANTEMOS ADESTES FIDELES¡¡¡ME SALTAN LAS LAGRIMAS CON ESTE VILLANCICO,,
ABRAZOS Y BESOS INFINITOS,,,, MI ROSA EN PETALOS VAN,,,,
TU PEPON,,,, BESOS SALTARINES,
¡ Feliz navidad !
Gracias a todos por vuestros comentarios... yo esta noche la voy a pasar lamentablemente sin cenar y en la cama, que me espera ya, un inoportuno virus me ha visitado esta noche pasada y está haciendo de las suyas, pero mañana estaré mejor. Feliz noche a todos...
FELIZ NAVIDAD A TODOS
Feliz Navidad
Felices fiestas!!!! Espero que ya te haya abandonado el virus que quiso celebrar las navidades en ti. Muchos besos.
Lo mejor de ésa escena del cuento de navidad, ésa maravillosa canción... jejeje... me callo el nombre...
Bueno, como estoy preparando la cena de noche vieja toca mas decir eso de Feliz 2009 y que el año que viene sea estupendo Amaya, disfruta con los tuyos de estos días ;)
Por qué P. Auster no hace más cine?
¿es que solo a mí me gustó "Lulú on the bridge"?
¿a nadie más?
me encantaría descubrir "fans" de esa película porque es una de mis favoritas...espero.
Sohashas, a mi también me gustó:
http://desconvencida.blogspot.com/2007/04/la-piedra-azul.html
Eso sí, "La vida interior de Martin Frost" me decepcionó, me esperaba otra cosa, la has visto?
No la he visto todavía..pero la veré...sin prisa, como se la han cargado por todos los sitios.. sé que algo me llevaré..después de tantas malas críticas...qué puedo esperar?
además a los críticos parece que se les olvidan trabajos anteriores y enseguida lo tachan de mal director...una mala idea la tiene cualquiera no?
yo no la he visto pero adoro a P. Auster...después de escribir "Mr Vértigo" yo le perdono todo..además, Wenders también ha tenido malos días..como todos.
¡Qué malos somos si nos lo proponemos!
¿no crees?
Claro, siempre se puede sacar algo en limpio de todo, sohashas... yo dejo críticos a parte, pero a mi no me gustó, supongo que esperaba algo más... aunque me gustaría volverla a ver para darle una oportunidad, en fin...
Aqui tienes la crítica que hice en su día sobre la peli:
http://desconvencida.blogspot.com/2007/12/la-vida-interior-de-martin-frost.html
Yo también adoro Mr. Vértigo!! :)
Acabo de echar un vistazo a los comment de "Lulú...estoy de acuerdo con todo el mundo..solo que hay veces en que una película se le escapa al propio director y se encuentra con escenas que por circunstancias de estados de actores o planificación te pueden desviar el nucleo narrativo..unas veces para bien..y otras las destrozan...el buen director debe sacar provecho de eso..Auster es muy honrado como autor en ésta película...y el que lo ha leído se percata enseguida.
además tiene momentos y frases realmente espectáculares que no las ilumina "la piedra":
(izzy recien disparado, reprochando a la enfermera que debería alegrarse de haber sobrevivido)
"Sin pulmón no hay aire,
sin aire no hay música,
sin musica no merece la pena vivir... la vida solo es maravillosa si nosotros queremos que sea..(a grandes rasgos)"
.. entre un montón..quiero decir que si consigues contar o emocionar con más u otras cosas de las que querías contar ..a mí especialmente me parece que es arte.
y perdona por desviarme tanto...la navidad me desequilibra...
Con retraso, aunque nunca es tarde, feliz navidad, Amaya y feliz navidad a todos los tuyos y todos los que alguna vez han caído por aquí. El cuento (como la película) es maravilloso. El azar y Auster.
Publicar un comentario