Hace tiempo ya que leí esta preciosa novela autobiográfica de Dai Sijie (de la que él mismo dirigió la adaptación cinematográfica, que no he visto aún), que habla de dos amigos adolescentes que, como consecuencia de la Revolución Cultural de Mao, son destinados a una montaña perdida en la frontera del Tíbet para su "reeducación".
"Dos palabras sobre la reeducación: en la China roja, a finales del año 1968, el Gran Timonel de la Revolución, el presidente Mao, lanzó cierto día una campaña que iba a cambiar profundamente el país: las universidades fueron cerradas y los "jóvenes intelectuales", es decir, los que habían terminado sus estudios secundarios, fueron enviados al campo para ser "reeducados por los campesinos pobres". (Algunos años más tarde,esa idea sin precedentes inspiró a otro líder revolucionario asiático, un camboyano, que, más ambicioso y radical aún, mandó a toda la población de la capital, tanto a ancianos como a jóvenes, "al campo"). La verdadera razón que impulsó a Mao Zedong a tomar semejante decisión sigue siendo oscura: ¿quería acabar con los guardias rojos, que comenzaban a escapar de su control? ¿O era la fantasía de un soñador revolucionario, deseoso de crear una nueva generación? Nadie supo responder a esta pregunta. Nuestra conclusión fue la siguiente: Mao odiaba a los intelectuales.”
Al principio, no es nada fácil para los protagonistas integrarse entre los campesinos del lugar, que viven unas condiciones muy duras, ya que están acostumbrados a vivir en una ciudad y a disfrutar de unas mínimas comodidades. Será gracias a la amistad con la hija del sastre local (de la que ambos se enamoran) y a una maleta repleta de libros prohibidos que cae en sus manos, como mejor sobrellevarán la falta de libertad.
"Nos acercamos a la maleta. Estaba atada con una gruesa cuerda de paja trenzada, anudada en cruz. La liberamos de sus ataduras y la abrimos silenciosamente. En el interior, montones de libros se iluminaron bajo nuestra linterna eléctrica y los grandes escritores occidentales nos recibieron con los brazos abiertos: a su cabeza estaba nuestro viejo amigo Balzac, con cinco o seis novelas, seguido de Victor Hugo, Stendhal, Dumas, Flaubert, Baudelaire, Romain Rolland, Rousseau, Tolstoi, Gógol, Dostoievski y algunos ingleses: Dickens, Kipling, Emily Brontë...
-¡Qué maravilla! Tenía la sensaciónd e que iba a desvanecerme de la embriaguez. (...)
- ¿Qué sientes? ¿Ganas de llorar de alegría?
- No. Sólo siento odio.
- También yo. Odio a todos los que nos han prohibido estos libros.
La última frase que pronuncié me asustó, como si algún oyente puediera estar oculto en algún lugar de la estancia. Semejante frase, dicha por descuido, podía costar varios años de cárcel."
4 comentarios:
No puedo imaginar qué sería de mi en una situación así. Con lo urbanita que soy yo...
¡Lo mismo digo! :D
¿Has leído el libro, Porsela? Tengo un buen recuerdo de él.
Uhm... Pues yo fracasé completamente a la hora de ver la peli,.,,
nu sé
Vamos, que deduzco por tus palabras que no te gustó nada la película en cuestión...
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