En su día me costó varios intentos leer "La montaña mágica" de Thomas Mann, que es lo que mi padre llama todo un "ladrillo alemán", pero acabé disfrutando mucho de las conversaciones filosóficas de sanatorio entre Hans Castorp y Settembrini, siempre bajo el humo de los famosos "María Mancini":
- "María Mancini" Fabricación de Banquet, de Brema, doctor. No vale casi nada, diecinueve pfennings en total, pero tiene un aroma que no se encuentra generalmente en otros del mismo precio.
Me gusta especialmente el primer momento en que Hans Castorp se fija en Madame Chauchat, por un simple portazo:
Se produjeron algunos incidentes durante la comida principal que despertaron el interés de Hans Castorp en la medida en que su estado lo permitía. Primeramente la puerta vidriera dio un nuevo golpe - fue cuando comían pescado-. Hans Castorp se estremeció, molesto, y en su violenta cólera se dijo a sí mismo que esta vez era necesario conocer al culpable. No solamente lo pensó, sino que lo articuló en voz baja, tan en serio se lo había tomado. "Es preciso que lo sepa", murmuró con una violencia tan exagerada que Miss Robinson y la institutriz le miraron extrañadas. Al mismo tiempo se volvió hacia la izquierda y abrió todo lo que pudo sus ojos inyectados en sangre.
Era una señora que atravesaba la sala, una mujer más bien joven, de mediana estatura, vestida con una blusa blanca y una falda de color, con el cabello de un rubio rojizo peinado en trenzas arrolladas en torno de la cabeza.
5 comentarios:
totalmente de acuerdo con tu padre,ladrillazo alemán que,a pesar de haberlo intentado en varias ocasiones, no he conseguido terminar.Cuenta la leyenda que una vez superada la soprífera primera mitad el libro se hace más ameno.
Mi favorito de Mann es la muerte en Venecia
Lo de "ladrilo alemán" es por el grosor y la densidad de sus páginas, jajaja... Realmente merece la pena intentarlo, aunque no es un libro para leer antes de dormir ,)
"Muerte en Venecia" es uno de mis muchos clásicos pendientes.
Sí, es un ladrillo. A mí me llevó un mes leerlo, y eso que lo llevaba siempre en la mochila (¿o era portafolios?).
Confieso que me salté muchos párrafos descriptivos por considerarlos demasiado plomizos e innecesarios. Creo que al final sólo ponía los cinco sentidos cuando intervenían Settembrini y el marxista... (¿Cómo se llamaba? ¿Nafta?).
También me gustaron las reflexiones de Mann sobre el tiempo. Eso sí, con lo que subrayé me basta y me sobra. No quiero volver a pasar por esa novela en mi vida. Es de las pocas aguas que sé que no volveré a beber nunca más...
Podemos montar un club llamado "Yo leí La Montaña Mágica" :D
Jajja, yo me uno a ese club de los que se atrevieron a leerlo. Y la verdad que me alegra mucho haberlo hecho porque se convirtio en mi libro preferido, hasta el punto de lamentar que sea... tan corto!!
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